miércoles, 12 de noviembre de 2014

ELOGIO A LA CRIMINALIDAD

Frente a la expectativa del desenlace de los diálogos de paz en La Habana, Cuba, hoy los colombianos nos podemos preguntar si ¿estamos preparados realmente para asumir la paz y todo lo que ese etéreo término significa? y si ¿queremos trabajar fuertemente en dejar atrás los flagelos del pasado y trazar una nueva senda de justicia, verdad, restitución, reconciliación y garantías de no repetición? La respuesta parece fácilmente afirmativa, pero como bien lo dijo Martin Luther King en su Carta de Birmingham, escrita en prisión: “la verdadera paz no es simplemente la ausencia de tensión: es la presencia de justicia”. Y afirmó de nuevo, el resplandor de la justicia desde todos sus aspectos.
Colombia ha sido víctima de una guerra interna casi sin fin, y hoy, ad portas de la firma de un proceso de paz que pondrá punto final a la misma y trazará la ruta de terminación del conflicto, cabe preguntar si cómo nación más allá de los elocuentes discursos mediáticos y la cuestionable voluntad de negociación de las Farc, nosotros, como colombianos, con el corazón puesto en la mano estamos dispuestos a reconstruir país, poner las bases del postconflicto y de una justicia transicional estable.
Menciono lo anterior, ya que a veces parecemos añorar un pasado o bien revivirlo a través de una clara y contundente “narcocultura” que ha venido impregnando sutilmente cada esfera de la sociedad, desde los más altos estamentos hasta la continua aceptación en la ciudadanía a través de los medios de comunicación, programas de televisión, novelas, películas, libros, entre otros, y ni que decir de famosas series de las cuales nos ufanamos vanamente solo porque dan la vuelta al mundo mostrando una imagen de la era de violencia de Colombia que nos ronda como un fantasma que pareciera no queremos olvidar. 
Muchos dirán que recordar es vivir, que es una buena forma de obtener memoria de la historia para no cometer los errores del pasado, pero por el contrario, en una humilde opinión, considero que ese show de apología al crimen deja mucho que desear, mucho que pensar y mucho que replantear acerca de nuestro imaginario colectivo. Existe una constante prevalencia de culto al enriquecimiento ilícito, rápido, fácil y empleando cualquier medio, buscamos la superficialidad de la belleza física, promovemos la cultura de la droga y pensamos que somos sólo creativos en hacer lo malo y eso sí, siempre interpretando las situaciones con la nunca faltante ‘malicia indígena’.
Que estoy exagerando, no lo creo, solo veo que hay cientos, miles y millones de niños, adolescentes y jóvenes que están formando en su mente la visión errónea de lo que es y en verdad significa vivir en Colombia. Mi esperanza y alarma sólo va dirigida a aquellos que como yo sentimos la necesidad de levantar una generación diferente, la generación de la paz -de la verdadera paz-, y por ello, para cada uno de nosotros será vital un cambio de mentalidad, una ardua labor en transformar paradigmas en el sistema educativo, social, económico y político del país, y como debemos empezar por algún lado, mi propuesta concreta es que empecemos desde nosotros, con nuestra vida, entorno cotidiano y familia, el cambio comienza en casa.

@TaniaLopezLizca

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