domingo, 5 de julio de 2015

Padre, no más niños en la guerra


Que propició hablar de la niñez, cuando este mes los protagonistas son los padres de familia. Le escribo a todos los padres, no sólo a los que tienen sus hijos en el conflicto armado, sino a aquellos que entienden la realidad en la que vivimos como país, es como si cada niño colombiano que porta un arma en sus manos se encontrara secuestrado en la selva o en la criminalidad de las calles, éste pudiera ser nuestro hijo, hermano, primo, sobrino o ahijado.

El reclutamiento forzoso de niños para la guerra es un flagelo latente en la historia de Colombia, siendo el único país de América que ha enfrentado este delito por más de medio siglo. Este fenómeno tiene causas profundas y responsables desde varios escenarios tales como la familia, la sociedad y el mismo Estado.
Si bien es ampliamente difundido que el reclutamiento ilícito de menores esta totalmente prohibido por los tratados internacionales como en el Convenio de Ginebra, la Convención Internacional de los Derechos Humanos y tipificado como crimen de guerra en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, el grupo terrorista de las Farc ha desconocido completamente esta norma y ha llenado sus filas de jóvenes en función de la violencia y el narcotráfico. Además, ignoran intencionalmente su castigo con penas de entre 6 y 10 años.
Según la Unidad para la Atención y Reparación de las Víctimas, desde 1985 hasta el 01 de noviembre de 2014 se registraron 7.722 niños, niñas y adolescentes víctimas de reclutamiento forzado, cifras escalofriantes. Hoy unos 2.500 niños y niñas han abandonado las filas de las Farc en los últimos 13 años. Las estadísticas oficiales señalan que de cada 10 niños que lograron escapar de la guerra, seis estaban en ese grupo. A su vez, de 17.345 desmovilizados de esa guerrilla desde 2002, casi la mitad dijeron que los reclutaron siendo niños, en cumplimiento a una ‘política’ de que cada hogar en el campo debía poner un miembro para las Farc, triste, alarmante y lamentable.
Vemos que el conflicto armado interno y las desigualdades sociales reflejan un circulo vicioso que se repite constantemente, guerrilleros pasan de ser víctimas a ser victimarios, y con ello se generan nuevos ciclos de violencia que solo serán subsanados con una verdadera justicia transicional con bases de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición.
La familia debe ser el entorno por excelencia de amor y protección del menor, de ahí el reto de fortalecerla como política pública al ser el núcleo fundamental de nuestra sociedad. En adición a ello, es vital nuestro compromiso como colombianos a ser un solo pueblo y con ello resocializar a los excombatientes sin importar su edad y su pasado. Debemos crear círculos de seguridad a la población que es más vulnerable y susceptible a recibir los impactos de la guerra, no permitamos que las secuelas de las violencia toquen más a nuestros niños, adolescentes y jóvenes. Construyamos el verdadero futuro de la nación, promoviendo una cultura pacífica y una convivencia basada en el respeto a la vida, la dignidad de la persona y el respeto a la ley.

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